Noches peligrosas
Ella, despierta de su borrachera. Él, mirándola desde una silla. Comienzan a interactuar. Ella, sobria nuevamente:
- Hola. ¿Como estás?
- Bien. ¿Estuviste todo este tiempo sentado ahí?
- Quería asegurarme de que estabas bien así que me quedé a verte dormir. Espero que no te moleste.
- No, como me va a molestar… ¿Hice algo vergonzoso?
- No. Dormías como un angelito. De hecho estabas tan hermosa y tan en paz que me empecé a sentir culpable.
- ¿Culpable?
- Si, porque yo te dije que tomaras.
- Esa silla es muy incómoda. ¿Por qué no dormiste conmigo?
- Ya dejaste claro que no me querés en tu cama.
- Sé lo que querés de mí. Y yo... Yo pensé que quería lo mismo. Pero no deja de aparecer esa erupción porque… sigo sintiendo que no puedo.
- Supongo que tiene sentido.
- ¿Podés ser paciente? ¿Podés esperar un poco más de tiempo?
- Ya esperé por vos. Y puedo esperar otro poco. Pero seamos honestos. Nada nos garantiza que alguna vez estés lista. Y el rechazo que puedo soportar tiene un límite. Así que… voy a hacer lo mejor que pueda. Pero no te sorprendas si uno de estos días te despertás y yo ya no estoy acá.
- Bueno, tendría que irme y tratar de dormir un poco.
- Esperá. Por favor no te vallas. Quedate acá conmigo.
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