Los encantos de la otra parte del amor

Significaba decir que nunca más iba a tener las ilusiones que todas las otras personas tenían en el amor. Significaba sufrir menos, es verdad -tal vez significase incluso no sufrir nada-, porque podía amar todo más intesamente. Pero también significaba que no tendría los encantos de la otra parte parte del amor.
Pensaba en las muchas veces que pasó despierta esperando a alguien que no telefoneaba, en los fines de semana románticos que no resistían a la semana siguiente, en las fiestas con miradas ansiosas en todas direcciones, en la alegría de la conquista sólo para probar que era posible, en la tristeza de la soledad, cuando estaba segura de que el novio de una amiga suya era exactamente el único hombre en el mundo capaz de hacerla feliz.
Todo ello era parte de su mundo y del mundo de todas las personas que conocía. Ésto era el amor, y de esta manera las personas buscaban a su otra parte desde el comienzo de los tiempos, mirando en los ojos, procurando descubrir el brillo y el deseo. Nunca había dado valor a estas cosas, al contrario, pensaba que era inútil sufrir por alguien, inútil morirse de miedo por no encontrar a otra persona con quien compartir su vida.
Ahora, cuando podía librarse ya de este miedo, paso a no estar segura de lo que quería.

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