El otro y la relación imposible
El vínculo que se establece con el otro es, siempre, una relación imposible que está en una tensión constante.
Se supone que si yo amo, doy todo por el otro, hay una entrega. Esta lectura como entrega es el tipo de amor que nosotros aprendimos de chiquitos. Está muy instituido. Y después nos encontramos que todo lo que hacemos o ponemos bajo el concepto del amor, está puesto en algo para el yo, para cada uno de nosotros. La otredad tiene sentido en el vínculo amoroso sólo si me completa. Entonces el otro pasa a ser ese resto que yo necesito para sentirme completo. Platón decía eso: uno ama lo que no tiene. El amor es la búsqueda de un faltante. Todos somos falta. Somos carentes. Cuando yo voy a buscar lo que me falta, lo que primero genero es el modelo de pareja a la que quiero buscar, que es el modelo que justo encaja en lo que yo necesito. El otro me importa un comino, lo que quiero es que el otro encaje en ese ideal que yo produzco. Ese modelo es una exaltación del yo. El otro viene siempre diferente. Lo ‘desotramos’ al otro para que me llene. Mi yo se expande, pero aniquilo al otro.
Es ahí donde entonces surge otra pregunta: ¿Entonces cómo nos relacionamos con el otro? La relación con el otro, siempre, es una relación imposible. ¿Por qué es una relación imposible? Porque si me vinculo con el otro, tiene que encajar en lo que yo pretendo. Al encajar, deja de ser otro. Y tiene una consecuencia peor, porque como ya encaja en lo que pretendo y yo soy siempre falta, me va a dejar de interesar y voy a salir a buscar otro. La relación es imposible con el otro en tanto que otro. Toda relación con el otro tiene el siguiente problema: como siempre voy hacia la otredad desde lo que soy yo, al otro siempre lo pienso, lo valoro, desde mis categorías. Nunca puedo acceder a la otredad en sí misma. Estoy condicionado por mí mismo. ‘Yoifico’ todo lo que veo.
Ante esta complejidad, el ser humano construye otredades tolerables y deja completamente afuera lo intolerable. ¿Qué es lo que queda por pensar entonces? Que no puedo desprenderme de mi yo, pero tampoco absolutizarlo. Tampoco se trata de sólo pensar en mi, o de no pensar para nada. Es ‘entre’ el yo y el otro. El ‘entre’ es un interesante lugar porque es una zona intermedia entre el otro y el yo, pero donde el otro no es cerradamente el otro ni yo soy cerradamente yo. Estamos abriendo la circulación entre ambos.
Aunque ese entre tampoco es armónico, ni es un equilibrio, es un lugar de tensión, me estoy midiendo...
Se supone que si yo amo, doy todo por el otro, hay una entrega. Esta lectura como entrega es el tipo de amor que nosotros aprendimos de chiquitos. Está muy instituido. Y después nos encontramos que todo lo que hacemos o ponemos bajo el concepto del amor, está puesto en algo para el yo, para cada uno de nosotros. La otredad tiene sentido en el vínculo amoroso sólo si me completa. Entonces el otro pasa a ser ese resto que yo necesito para sentirme completo. Platón decía eso: uno ama lo que no tiene. El amor es la búsqueda de un faltante. Todos somos falta. Somos carentes. Cuando yo voy a buscar lo que me falta, lo que primero genero es el modelo de pareja a la que quiero buscar, que es el modelo que justo encaja en lo que yo necesito. El otro me importa un comino, lo que quiero es que el otro encaje en ese ideal que yo produzco. Ese modelo es una exaltación del yo. El otro viene siempre diferente. Lo ‘desotramos’ al otro para que me llene. Mi yo se expande, pero aniquilo al otro.
Es ahí donde entonces surge otra pregunta: ¿Entonces cómo nos relacionamos con el otro? La relación con el otro, siempre, es una relación imposible. ¿Por qué es una relación imposible? Porque si me vinculo con el otro, tiene que encajar en lo que yo pretendo. Al encajar, deja de ser otro. Y tiene una consecuencia peor, porque como ya encaja en lo que pretendo y yo soy siempre falta, me va a dejar de interesar y voy a salir a buscar otro. La relación es imposible con el otro en tanto que otro. Toda relación con el otro tiene el siguiente problema: como siempre voy hacia la otredad desde lo que soy yo, al otro siempre lo pienso, lo valoro, desde mis categorías. Nunca puedo acceder a la otredad en sí misma. Estoy condicionado por mí mismo. ‘Yoifico’ todo lo que veo.
Ante esta complejidad, el ser humano construye otredades tolerables y deja completamente afuera lo intolerable. ¿Qué es lo que queda por pensar entonces? Que no puedo desprenderme de mi yo, pero tampoco absolutizarlo. Tampoco se trata de sólo pensar en mi, o de no pensar para nada. Es ‘entre’ el yo y el otro. El ‘entre’ es un interesante lugar porque es una zona intermedia entre el otro y el yo, pero donde el otro no es cerradamente el otro ni yo soy cerradamente yo. Estamos abriendo la circulación entre ambos.
Aunque ese entre tampoco es armónico, ni es un equilibrio, es un lugar de tensión, me estoy midiendo...
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