Algunos
El miedo amenaza:
Si usted ama, tendrá SIDA.
Si fuma, tendrá cáncer.
Si respira, tendrá contaminación.
Si bebe, tendrá accidentes.
Si come, tendrá colesterol.
Si habla, tendrá desempleo.
Si camina, tendrá violencia.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.
Para tener aliento, hay que tener desaliento.
Para levantarse, hay que saber caerse.
Para ganar, hay que saber perder.
Y hay que saber que ésa es la vida nomás. Y que te caés y te levantás muchas veces.
Y algunos se caen y no se levantan nunca más, que en general son los más sensibles, los más fáciles de lastimar, la gente a la que más le duele vivir; la gente más sensible, la más vulnerable.
Y en cambio, estos que se dedican a atormentar a la humanidad, esos viven vidas larguísimas, esos no se mueren nunca. Porque no tienen una glándula que la verdad que se da bastante poco, que se llama conciencia y que es la que te atormenta por las noches.
Creo que el ejercicio de la solidaridad, cuando se pone en práctica de veras, en el día a día, es también un ejercicio de la humildad, que te enseña a reconocerte en los demás, y a conocer la grandeza escondida en las cosas chiquitas. Lo cual implica también denunciar la falsa grandeza de las cosas grandotas, en un mundo que confunde la grandeza con lo grandote.
Qué misterio el de la humana persistencia en esta manía, a veces inexplicable, de pelear por un mundo que sea la casa de todos, y no la casa de poquitos, y el infierno de la mayoría.
Qué misterio la capacidad de belleza. La gente más simple es a veces, la gente más sencilla, que tiene una insólita capacidad de hermosura que se manifiesta en una canción, en un graffitti, en una charla cualquiera, la que tienen los niños. Lo que pasa es que después los adultos nos encargamos de convertirlos en nosotros, y ahí les arruinamos la vida. Pero hay que ver lo que es un niño, son todos paganos. Y a esa edad, somos todos poetas. Después el mundo se encarga de achicarnos el alma.
¿Para qué sirve la utopía? Si es que la utopía sirve para algo... La utopía está en el horizonte. Si camino diez pasos, la utopía se va a alejar diez pasos. Y si camino veinte pasos, la utopía se va a colocar veinte pasos más allá. O sea que yo sé que jamás, nunca, la alcanzaré. ¿Para qué sirve? Para eso, para caminar.
El Siglo XX que nació anunciando paz y justicia, murió bañado en sangre y dejó un mundo mucho más injusto que el que había encontrado.
El Siglo XXI que también nació anunciado paz y justicia, está siguiendo los pasos del siglo anterior.
Allá, en mi infancia, yo creía que todo lo que en la Tierra se perdía, iba a parar a la luna. Sin embargo, los astronautas no han encontrado en la luna sueños peligrosos, ni promesas traicionadas, ni esperanzas rotas.
Si no están en la luna, ¿dónde están? ¿Será que en la Tierra no se perdieron? ¿Será que en el Tierra se escondieron? ¿Y están esperando? ¿Esperando... nos?
Sí, cómo no. Éso de que el mundo está hecho de átomos. "El mundo no está hecho de átomos, el mundo está hecho de historias". Yo creo que sí, que el mundo debe estar hecho de historias, porque son las historias, las que uno cuenta, que uno escucha, que uno crea, que uno multiplica. Porque son las historias las que permiten convertir el pasado en presente, y las que también permiten convertir lo distante en cercano; lo que esta lejano en algo próximo, posible y visible.
Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso - reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Si usted ama, tendrá SIDA.
Si fuma, tendrá cáncer.
Si respira, tendrá contaminación.
Si bebe, tendrá accidentes.
Si come, tendrá colesterol.
Si habla, tendrá desempleo.
Si camina, tendrá violencia.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.
Para tener aliento, hay que tener desaliento.
Para levantarse, hay que saber caerse.
Para ganar, hay que saber perder.
Y hay que saber que ésa es la vida nomás. Y que te caés y te levantás muchas veces.
Y algunos se caen y no se levantan nunca más, que en general son los más sensibles, los más fáciles de lastimar, la gente a la que más le duele vivir; la gente más sensible, la más vulnerable.
Y en cambio, estos que se dedican a atormentar a la humanidad, esos viven vidas larguísimas, esos no se mueren nunca. Porque no tienen una glándula que la verdad que se da bastante poco, que se llama conciencia y que es la que te atormenta por las noches.
Creo que el ejercicio de la solidaridad, cuando se pone en práctica de veras, en el día a día, es también un ejercicio de la humildad, que te enseña a reconocerte en los demás, y a conocer la grandeza escondida en las cosas chiquitas. Lo cual implica también denunciar la falsa grandeza de las cosas grandotas, en un mundo que confunde la grandeza con lo grandote.
Qué misterio el de la humana persistencia en esta manía, a veces inexplicable, de pelear por un mundo que sea la casa de todos, y no la casa de poquitos, y el infierno de la mayoría.
Qué misterio la capacidad de belleza. La gente más simple es a veces, la gente más sencilla, que tiene una insólita capacidad de hermosura que se manifiesta en una canción, en un graffitti, en una charla cualquiera, la que tienen los niños. Lo que pasa es que después los adultos nos encargamos de convertirlos en nosotros, y ahí les arruinamos la vida. Pero hay que ver lo que es un niño, son todos paganos. Y a esa edad, somos todos poetas. Después el mundo se encarga de achicarnos el alma.
¿Para qué sirve la utopía? Si es que la utopía sirve para algo... La utopía está en el horizonte. Si camino diez pasos, la utopía se va a alejar diez pasos. Y si camino veinte pasos, la utopía se va a colocar veinte pasos más allá. O sea que yo sé que jamás, nunca, la alcanzaré. ¿Para qué sirve? Para eso, para caminar.
El Siglo XX que nació anunciando paz y justicia, murió bañado en sangre y dejó un mundo mucho más injusto que el que había encontrado.
El Siglo XXI que también nació anunciado paz y justicia, está siguiendo los pasos del siglo anterior.
Allá, en mi infancia, yo creía que todo lo que en la Tierra se perdía, iba a parar a la luna. Sin embargo, los astronautas no han encontrado en la luna sueños peligrosos, ni promesas traicionadas, ni esperanzas rotas.
Si no están en la luna, ¿dónde están? ¿Será que en la Tierra no se perdieron? ¿Será que en el Tierra se escondieron? ¿Y están esperando? ¿Esperando... nos?
Sí, cómo no. Éso de que el mundo está hecho de átomos. "El mundo no está hecho de átomos, el mundo está hecho de historias". Yo creo que sí, que el mundo debe estar hecho de historias, porque son las historias, las que uno cuenta, que uno escucha, que uno crea, que uno multiplica. Porque son las historias las que permiten convertir el pasado en presente, y las que también permiten convertir lo distante en cercano; lo que esta lejano en algo próximo, posible y visible.
Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso - reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
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