De desgracias

No hay desgracia más grande que la de no poder luchar contra la propia bajeza; desgracia más grande que la de no poder sobreponerse a la propia debilidad, a la propia estupidez, a veces a la propia maldad.

Cuando los malos son personas de no mucho poder, yo siento más ternura que encono. Y lo lamento por aquellos que no tuvieron la fuerza necesaria para sobreponerse a su bajeza.

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