Del amor y los acuerdos

Hay una frase repetida y remanida que dice el estado de enamoramiento se va lentamente derritiendo. O que el amor tiene algo de efímero, de sorpresa, de inaugural, mientras que la estabilidad implica rutina, aburguesamiento, repetición.

El problema es que al mismo tiempo supone dos dimensiones: así como se trata de la encarnadura del amor y el deseo de compartir una vida, también se trata de un contrato con normas, deberes y obligaciones.
Si lo pensamos desde la lógica del acuerdo, en una pareja sólo hay dos individuos negociando con intereses propios. Si lo pensamos desde la lógica del amor, ya no hay individuos ni negocios, sino una apuesta al otro.

Un acuerdo es una instancia formal que intenta beneficiar a los contrayentes. Pero los acuerdos no cambian al mundo, no lo salvan. En todo caso, lo normalizan.
Pero el amor es de otra esfera: puede llevar a la vida a su expansión más plena o la puede, con esa misma intensidad, destruir.

Siempre el “cómo”, en esa técnica vincular que supone que hay métodos y formas que funcionan para que una pareja exalte lo mejor de sí; pero nunca el “qué”, ese fundamento oculto que hace en definitiva que dos personas decidan estar juntas.

Ese “qué” se pierde casi siempre bajo la urgencia del “cómo”…

¿Cómo hacer para que el “qué” sea más fuerte que el “cómo”? ¿Es posible una pareja donde el amor sea más fuerte que el contrato?

Comentarios

Entradas populares