El enamoramiento

El enamoramiento es un estado de profunda idealización. Los procesos lógicos, racionales y de buen juicio quedan temporalmente suspendidos.


Ciertas sustancias hormonales, como la feniletilamina (de la familia de la anfetamina), las endorfinas y la oxitocina hacen que nuestro cerebro se embriague de neurotransmisores que vuelven más atractiva y fantástica a otra persona.


¿Qué hace que un individuo inteligente -y, en otras circunstancias, lleno de sentido común- coloque a la persona equivocada en la categoría máxima de “alma gemela”?

En primer lugar, está el anhelo de tener una conexión, una especie de lazo físico con alguien. Un solo abrazo alcanza para que sientas que realmente te están cuidando. Y eso es tan agradable que, a la hora de las evaluaciones, puede llegar a tener mayor peso que otros aspectos, quizá mucho más racionales.

Aprendemos qué es el amor a partir de las marcas que nos dejaron las experiencias de nuestra infancia. Uno se enamora después de la adolescencia, una edad en la que ya hemos sido amados por otros, que en general son los padres. En la vida adulta, buscamos reeditar ese modelo de lazo amoroso. Determinado rasgo, cierta condición, es lo que hace que el amor prenda. Y esto siempre estará presente, por más que, en apariencia, los hombres sean totalmente diferentes.
En otras palabras, y aunque no nos guste, en lo profundo de nuestra psiquis podemos sentir que un vínculo distante, insatisfactorio o incluso peligroso es lo que nosotras llamamos “amor”.

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