De cosas que pasan

Siete horas y una avalancha de cafés después, llegué a casa dispuesta a admitir lo tonta que había sido… Eso fue hasta que él no estuvo dispuesto a admitir lo tonto que había sido.

Ya pasaron 3 días y nada, no dijo ni una palabra. Y que me maldigan si soy la primera en pedir perdón.

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